Soria, 2 de febrero de 2025
A la comunidad micronacional, ciudadanos y amigos:
Hace exactamente una década, en una fría mañana de febrero, un grupo de soñadores decidimos dar vida a lo que se convertiría en el Reino de Numancia. Hoy, al cumplirse diez años de aquel momento, me dirijo a todos vosotros como Jorge I, Rey Emérito de Numancia, para compartir unas palabras en esta fecha tan significativa.
Hace exactamente una década, en una fría mañana de febrero, un grupo de soñadores decidimos dar vida a lo que se convertiría en el Reino de Numancia. Hoy, al cumplirse diez años de aquel momento, me dirijo a todos vosotros como Jorge I, Ex-Rey de Numancia, para compartir unas palabras en esta fecha tan significativa.
Diez años han transcurrido desde que, con ilusión y determinación, establecimos los cimientos de lo que pretendía ser no solo un ejercicio de construcción nacional, sino un verdadero espacio de creatividad, compañerismo y desarrollo personal. Aquel 2 de febrero de 2015 marcó el inicio de una aventura que, aunque más breve de lo que inicialmente imaginamos, dejó una huella indeleble en la historia del micronacionalismo hispánico.
Celebrar este décimo aniversario puede parecer paradójico, considerando que Numancia como entidad política dejó de existir hace ya más de siete años. Sin embargo, el espíritu que nos llevó a fundar esta nación, los valores que defendimos y las amistades que forjamos trascienden la existencia formal de nuestro proyecto. Las semillas que plantamos en aquellos años siguen dando frutos en el micronacionalismo actual, y los ideales que perseguíamos continúan siendo relevantes en la comunidad micronacional.
Recuerdo con especial nitidez aquellas primeras reuniones, las largas conversaciones sobre cómo construir un Estado desde cero, los debates sobre nuestra Constitución y la emoción de ver crecer, día a día, lo que comenzó como una idea entre amigos. La historia de Numancia es la historia de personas que se atrevieron a soñar con crear algo significativo, algo que fuera más allá de un simple pasatiempo.
Entre los logros más destacados durante nuestra existencia, no puedo dejar de mencionar con especial orgullo nuestro papel en la creación y desarrollo de Microvisión. En 2015, cuando Soria acogió la primera edición de este festival bajo el paraguas de la Unión Micronacional de Radiodifusión (UMR), ninguno de nosotros podía imaginar el impacto que tendría en la comunidad micronacional. Aquel evento pionero sentó las bases de lo que se convertiría en la mayor manifestación cultural del micronacionalismo hispánico, un espacio donde la música y la creatividad trascendían fronteras, incluso las imaginarias.
Microvisión no fue solo un concurso; representó la materialización de nuestra visión de un micronacionalismo maduro, capaz de crear instituciones duraderas y proyectos culturales significativos. Durante seis años, desde aquella primera edición en Soria hasta su última celebración en Catonia en 2021, el festival fue un testimonio de lo que podíamos lograr cuando trabajábamos unidos. Cada edición superaba a la anterior en participación y entusiasmo, demostrando que las micronaciones podíamos organizar eventos de envergadura con profesionalidad y dedicación.
La historia de Numancia estuvo marcada por otros hitos significativos: la creación de nuestro sistema parlamentario, basado en elementos de Andorra y España; nuestro papel en la fundación de la UMR; el proyecto pionero de Microrradio; y por supuesto, los intentos de colaboración con otras naciones, incluyendo la efímera pero instructiva Confederación de Torania. Cada uno de estos capítulos, con sus éxitos y fracasos, contribuyó a forjar el carácter único de nuestra nación.
A pesar de que no todas nuestras iniciativas llegaron a buen puerto, como la fallida unión con Antares, cada experiencia nos enseñó valiosas lecciones sobre diplomacia, liderazgo y la importancia de mantener la integridad de nuestros principios. La crisis de personal que eventualmente contribuyó a nuestra disolución fue, paradójicamente, un testimonio de nuestra negativa a comprometer la calidad y seriedad de nuestro proyecto.
Permitidme ahora dedicar unas palabras a aquellos que hicieron de Numancia mucho más que una simple micronación. Es agridulce constatar que, diez años después, ninguna de las naciones que mencioné en mi carta de despedida sigue activa, lo que quizás sea un reflejo de la naturaleza efímera pero intensa de nuestros proyectos micronacionales.
A Pedro Gómez, el último Catciller de los Estados Confederados de Catonia, quien fue el primero en reconocernos a través de la UEGG. Nuestra amistad trascendió lo micronacional, y el hecho de que decidiera confiar en él el legado de Numancia demuestra la profundidad de los lazos que forjamos. El tiempo ha demostrado que aquella confianza estaba bien depositada.
A Pablo Estévez, quien como Primer Ministro de la República de Polanda demostró que la edad no era impedimento para liderar con madurez y visión. Su capacidad para gestionar situaciones complejas y su compromiso con el micronacionalismo serio fueron una inspiración para todos.
A Babou Chakya, quien desde la Unión Popular de Occitania y como Secretario General de la UMR, ayudó a expandir nuestros horizontes más allá del ámbito hispánico. La confianza depositada en él para continuar con el legado de la UMR fue otra decisión que el tiempo ha validado.
Incluso a Luis Esteban, de la República de Antares, porque los desacuerdos y conflictos también nos enseñaron valiosas lecciones sobre diplomacia y la importancia de mantener los principios por encima de las ambiciones personales.
Y a Schrodinger I de Felinitia, quien demostró que las diferencias ideológicas no tenían por qué ser un obstáculo para la colaboración y el respeto mutuo.
Pero más allá de los líderes y las naciones, quiero reconocer a cada ciudadano, a cada persona que creyó en nuestro proyecto y contribuyó a hacerlo realidad. El verdadero legado de Numancia no reside en sus instituciones o logros formales, sino en la comunidad que construimos juntos.
Transcurrida una década desde aquel febrero de 2015, me encuentro reflexionando sobre lo que Numancia significó, no solo para la comunidad micronacional, sino para mi desarrollo personal. Lo que comenzó como un proyecto entre amigos se convirtió en una experiencia transformadora que me enseñó lecciones invaluables sobre liderazgo, diplomacia y el valor de la comunidad.
Cuando fundamos Numancia, éramos jóvenes llenos de ideas y ambiciones. El tiempo y las responsabilidades crecientes nos fueron alejando gradualmente de aquella aventura, pero las habilidades que desarrollamos y las amistades que forjamos permanecen hasta hoy. La decisión de disolver Numancia, aunque dolorosa, fue un ejercicio de madurez y responsabilidad que reafirmó nuestro compromiso con la seriedad que siempre quisimos imprimir al proyecto.
El micronacionalismo de aquella época era diferente al actual. Luchamos contra la infantilización del movimiento, contra las guerras simuladas sin sentido y los proyectos personalistas. Intentamos elevar el nivel del debate y la actividad micronacional, y aunque no siempre lo conseguimos, al menos lo intentamos con dignidad y convicción.
Hoy, mirando hacia atrás, me siento orgulloso de lo que construimos juntos. Numancia puede que ya no exista como entidad política, pero su espíritu pervive en cada persona que formó parte de esta aventura. Las lecciones que aprendimos sobre construcción institucional, sobre la importancia de la cultura en la identidad nacional, y sobre todo, sobre la necesidad de mantener la integridad en nuestras acciones, son tan relevantes hoy como lo eran hace diez años.
Como toda historia, esta también necesita un final. Han pasado diez años desde aquel día en que fundamos Numancia, y aunque el tiempo ha demostrado que nuestra decisión de disolverla fue acertada, no puedo evitar sentir cierto orgullo por lo que construimos juntos. El micronacionalismo actual, con su ambiente desolador, tan alejado de aquellos ideales que perseguíamos, junto con mis actuales circunstancias personales y profesionales, reafirman que el momento de cerrar este capítulo fue el adecuado.
Sin embargo, hoy no es un día para lamentos, sino para celebrar. Celebrar que hace diez años un grupo de amigos se atrevió a soñar. Celebrar que durante más de dos años mantuvimos vivo un proyecto que dejó huella en la comunidad micronacional. Celebrar las amistades que forjamos, las lecciones que aprendimos y los momentos que compartimos.
Feliz décimo aniversario a todos los que formaron parte del Reino de Numancia. Que el espíritu de seriedad, compromiso y creatividad que intentamos imprimir en nuestro proyecto siga inspirando a las futuras generaciones de micronacionalistas.
Con afecto y gratitud,
Jorge I de Antillón
Rey Emérito de Numancia